Esta es la interrogante-antítesis que no hizo Nadine Heredia. Y es la misma que prefieren ignorar las mayorías que celebran el boom de la comilona y las fábulas primario exportadoras.  

Cuando se cuestiona por qué “no se camina derecho” se apunta al estoicismo individual. En cambio, cuando se ignoran los “caminos torcidos” se hace click con el hedonismo venal de la viveza criolla, aquella tradición que cojudea a quien defiende los fueros de lo correcto.

Claro que es difícil caminar derecho, y mucho más cuando las mayorías, consciente o inconscientemente, prefieren los caminos torcidos. “¿Puede alguien caminar derecho cuando casi todos caminan torcidos?” Me increpó, alguna vez un amigo policía. Como a él, he escuchado cientos de veces a mis jóvenes alumnos preguntarse y cuestionarme. No es que estén pensando en cogotear al vecino. Su preocupación radica en poder falsar no una hipótesis, sino en lo que asumen que es real, y que ocurre tan a menudo.

“¿Cómo se invalida lo real?” Parecen preguntarme. ¿Qué respuesta puede cotejar su desconfianza e insistir en la esperanza? ¿Qué decir, si las crónicas rojas nos dan en la cara con titulares como este: “Detienen a policías asaltando una pollería”? ¿Qué respeto se debe exigir por un sistema político que en los últimos veinte años arroja el saldo de un expresidente encarcelado, el siguiente investigado por oscuros movimientos inmobiliarios, el subsiguiente por indultar a narcos y a este último desdiciendo su eslogan de campaña: “Honestidad es la diferencia”? ¿Qué signos vitales de cambio se pueden mostrar si en las encuestas de siempre aparecen candidatos (as) de siempre? ¿Qué espíritu emprendedor cabe resaltar si en nuestro país aún reina el mercantilismo del ‘diezmo empresarial’ y el abecé de la precariedad laboral?

Las dos preguntas se parecen, pero sus respuestas, no. No hay país en el que no se exija “caminar derecho”, pero solo en algunos países se hace fácil “andar torcido”.