Las coherencias no suelen acompañar a las elecciones peruanas. ¿Es falta de memoria como muchos insisten? ¿No será que el dorso que borra lo descubierto por la historia se extiende cómodamente desde el ADN cultural de un pueblo ajeno a la ética e instalado en el apuro mercantil a cambio de que nada cambie?

Es un click de ambas partes. Es el acuerdo sobreentendido de que los intereses de unos nunca se opondrán al de los demás porque ninguno será vetado. Un estudio del JNE (2012) detectó que el clientelismo llegaba al tercio de la población peruana, y que a cambio de algún ‘favorcito’, vestían sus votos de colores y apellidos según la marea de la oferta electoral.

La democracia interna ha sido amputada por la mayoría de los grandes partidos o movimientos políticos nacionales, y esto es una clara señal de que los procesos institucionalizados, a pesar de las exigencias y propagandas, no funcionan. La fuerzas políticas –en su mayoría- se agazapan tras el viejo gamonalismo electoral, antitéticos per se a la democracia. De allí que brillen las letras o los colores del gamonal mayor. La relación política entre dirigentes, bases y simpatizantes, a lo más, obedece o la relación empleador-empleado, sino es que a la de patrón-peón. De esa manera, los oscuros intereses se camuflan mejor.

¿Se acuerdan de los miles de candidatos con anticuchos judiciales que se destaparon en las elecciones del 2014? ¿Ha cambiado en algo la cosa? ¿No fue el fujimorismo de Fujimori quien vació más de 20 mil millones de dólares de las arcas del Estado, y que ahora las masas reclaman como héroe y votarán por su hija? ¿Existe algún límite de narcoindultos para desconfiar de García? ¿Resbala que PPK no cumpla con su renuncia a la nacionalidad gringa? ¿Existe algo de Izquierda en la mancha de Yehude que procura posar para la Derecha?