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El Estado guachimán

Publicado: 2015-10-05

A inicios de los 90, la ‘invasiva’ mano de obra china ―e india― se trajo abajo los parámetros laborales ―y medioambientales— en el escenario mundial. La chinificación laboral se enarboló como paradigma del crecimiento económico a costa de lo que sea. Digamos, que desde ese momento, muchos gobiernos prefieren hacerse los chinitos. En paquete, la vía de convertir economías casi ahogadas en economías emergentes, forma parte del orden neoliberal. El engranaje se completa con la estigmatización del Estado y su respectiva jibarización o disminución. 

Los Estados jibarizados o Estados guachimanes son una copia borrosa y sin anestesia del Estado Mínimo de Robert Nozick. Esto, ha llevado ―paradójicamente― a un vaciamiento del contenido ético, político y social del Estado. A la más política de las criaturas la quieren anti-política, técnica u ornamental. Este Estado es ajeno e in-sensible a los problemas que vertebran a la ciudadanía, como la educación o a la salud, la seguridad social o ciudadana. Su vigencia ha provocado una mayor desconfianza en la institucionalidad social.

Y quien crea que fue solución a la lerda burocracia, se equivoca, pues esta, no solo se mantuvo, sino que creció, o resultó más cara. Finalmente, facilitó el aprovechamiento utilitarista del Estado, consolidando negociados de viejos y nuevos grupos de poder. Nunca antes, ha sido el Estado más de clase, más plutocrático que cuando lo dejaron de guachimán. La idea básica de que el Estado debe solo entrometerse para mantener el orden interno en favor de las libertades, no basta. Se necesita cualificar al Estado para que ofrezca reales condiciones de equidad; y nada más lejano de esto que el Estado filantrópico del chorreo económico. Planificar, regular, fiscalizar, promover, no son malas palabras, sino tareas de todo Estado.


Escrito por

José William

Docente de filosofía, psicología y ciencias sociales.


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