El cuestionamiento al modelo económico será el gran ausente mediático de la segunda vuelta. Incluso, hay quienes titularon que con Keiko y PPK el Perú respira un modelo aceptado por las grandes mayorías. Así que, lo que queda en adelante, será puro populismo electoral, dribleo y amague de compromisos para pasteurizarse hacia el centro.

En estos avatares, el fujimorismo tiene alguna ventaja. Ya en la primera vuelta, Keyko incluso había lanzado compromisos a lo Humala (“agua sí, oro no”). Además, la vena dadivosa y clientelar, más el ‘aval’ del pasado autoritario de su padre, le permite asomarse por donde aún no llega PPK, quien a su vez jugará a levantar el estandarte de la democracia. No olvidemos que Keiko y PPK están tras su marca y maquinaria electoral, un poco más de 10 años.

Gane uno y pierda la otra, o viceversa, será casi lo mismo, en materia económica y social. Eso sí, si el fujimorismo gana tendrán un dominio pleno del ejecutivo y el legislativo, y esto será más que peligroso. A su vez, si PPK gana, será casi imposible que desconozca a la mayoría parlamentaria fujimorista, así que pactará necesariamente con ellos en condición de desventaja.

Ya sea con guitarra o con cajón, lo que se viene es la implementación de lo que muchos aducen que se tarda en concretar: las reformas neoliberales de segunda generación, lo que implica jibarizar mucho más el Estado, es decir, más privatizaciones y disminuir la tramitología (término que se presta a interpretaciones de todo calibre y que equipara los derechos con las barreras burocráticas), asimismo, se pisará el acelerador de las reformas laborales pulpinescas “que tanto cuestan al inversionista”. Cuentan con el poder para hacerlo y no lo desaprovecharán. Eso sí, del “reino que vendrá” no hablarán en esta segunda vuelta. Amagarán mediáticamente al elector fascinado y así, un día Keiko amanecerá roja como Kuchinsky medioambientalista. Harán bien las voces de Izquierda y del Centro en no callar.