Carlos Bruce no deja de coquetear con el fujimorismo, y ha dicho que “hubiese sido peor tener 73 congresistas del Frente Amplio”. Pero, se equivoca. De quienes obtendrán mayores problemas ya hablaron en boca de Keiko Fujimori.

En política, los detalles cuentan más de lo que se piensa, y quienes asesoran a Keiko lo saben. Nada de cálidos ni buenos deseos al ganador PPK. El mensaje semántico de Keiko habló en tono de advertencia acompañado de cejas fruncidas, mirada adusta y forzadas sonrisas. Recursos faciales para tramitar su falsa vocación democrática que acepta resultados tildándolos de “confusos”. De allí, el recurso escénico de exhibir su histórica mayoría, y refregar que tendrán su propia agenda legislativa.

Su mensaje no fue para las mayorías, solo para su mayoría, reincidiendo en las poses populistas leídas desde un texto para no hablar demás. Y es que en el fujimorismo, hay cierta paranoia: los lapsus linguae los persiguen (“nosotros hemos matado menos”, etc.). Pero los artificios no bastan, y la pose de situarse como defensores del pueblo y enemigos de los lobbies, no solo es no creíble sino también burdo.

Que no se engañen Bruce y el señor presidente. Con la Izquierda, la cosa está clara. En materia económica, el FA insiste en cambiar el modelo. En materia política, convocó el voto en defensa de la democracia y denunció los tentáculos del narcopoder y de las viejas prácticas fuji-montesinescas, elementos que marcaron la derrota de Keiko, quien por su parte prefiere —otra vez— victimizarse, culpando al gobierno, al poder económico, al poder mediático y a los promotores del odio. Este es el fujimorismo de siempre, aquel que reclama en Alberto al gran estadista, pero oculta que renunció por fax. Por eso Keiko “acepta su derrota”, pero con el fondo musical de su campaña, que repite el estribillo “Vamos Keiko, presidenta”.