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¿De la educación al hiperaprendizaje?

Publicado: 2020-04-27


Tal vez, la alegoría de la decapitación de San Denis empleada por el filósofo Michael Serres en su libro Pulgarcita (2013) nos ayude a sopesar sobre la necesidad de la universalización de la educación virtual. Sucede que el Obispo de París, San Denis, en el 250 d.C., fue apresado por el ejército romano y condenado a ser decapitado, hecho que debía consumarse en la colina de Montmartre, pero los soldados decidieron ejecutarlo en el camino. Al rodar la cabeza del obispo, cuenta la leyenda, Denis se levanta, recoge su cabeza y sosteniéndola entre sus manos, continuó caminando. Extrapolando esta historia a la cuestión educativa, nos preguntamos con Serres: ¿Tendrán nuestros alumnos, “su cabeza”, en las computadoras y otros artefactos inteligentes potenciados, a su vez, por la acción de la fecunda conectividad? Para el filósofo francés, la gran fase dominante de la posesión del saber y del monopolio de su transmisión, no va más en la educación. Este Danis contemporáneo acaba de salir de la Caverna, y viaja en condición de piloto, al volante de su procesador, y ya no de pasajero encaramado en ajenos vehículos evocativos. A este sujeto de la educación, le corresponde otra paideia.

¿Estafa o progreso?

La educación pública, como dice Fernando Reimers, director de la Iniciativa Global de Innovación en Educación de la Universidad de Harvard, ha significado “la revolución silenciosa más significativa” de la historia. Actualmente, cerca del 80% de la población mundial culmina su educación básica, cuando hace 150 años atrás, solo una quinta parte conseguía hacerlo. Sin embargo, y pese a ello, hay quienes la sitúan en las postrimerías de su ocaso, mientras que otros reclaman su reforma radical. Para Moisés Naím, por ejemplo, la educación se constituye en la mayor estafa del mundo. Naím indica que diariamente 1 500 millones de niños y jóvenes en todo el mundo acuden a las escuelas en las que poco o nada útil aprenden para desenvolverse eficazmente en el mundo actual (El País, 18/02/18). El incremento del analfabetismo funcional (serias limitaciones de aplicar lo aprendido) y del iletrismo (incapacidad de comprender lo que se lee, a pesar de haber cursado educación básica e incluso superior) son pruebas que incrementan estas sospechas. Gran parte del ninguneo de los sistemas públicos, desde luego, viene envuelto en el celofán del ascenso del neoliberalismo en el mundo antes del COVID 19.

Educación e hiperaprendizaje

Más allá de la cuestión de la cobertura educativa y que, en nuestro país, por ejemplo, la oferta privada ha ganado espacio, la crisis global provocada por la pandemia del Coronavirus, ha catalizado algo que ha demorado en asumirse: el ser y el sentido de la educación en el escenario de la creciente virtualización. Así, como en el siglo XIX, las sociedades se plantearon la necesidad de universalizar la educación pública, esta vez, la pugna será por la universalización de la virtualización de la educación. No se trata del “uso de TIC’s” como “herramientas auxiliares”. La educación virtual, como cualquier otra actividad social en el modo de producción informacional, nueva fase del capitalismo (Castells, 1997; Manrique, 2016), se materializa mediada por dispositivos tecnológicos comandados por softwares que nos anticipan.

La cuestión es que la oferta educativa presencial de nuestro país, predominantemente sigue atendiendo su demanda bajo la oferta de la transmisión de conocimientos y, como se sabe, este tipo de educación, se corresponde a una condición histórica de carencia de acceso y difusión de la información. Como se sabe, actualmente, las fuentes de conocimiento se han multiplicado, al punto que, si se persiste en resituar a la educación en torno al aprendizaje, la escuela corre el riesgo de ser desplazada, puesto que la tecnología posibilita que el aprendizaje ocurra en diversos escenarios y formatos (hiperaprendizaje). Algo más, el ascenso de la inteligencia artificial viene acelerando el paso del aprendizaje como proceso humano distintivo hacia configurarse como proceso transhumano, en la que las respuestas de las computadoras cada vez más incidirán en los aprendizajes humanos (Trahtemberg, 1995).

Cuando volvamos a la escuela

¿Cuál es el margen de que la educación presencial peruana se revalore y exija su vigencia? Una vieja tesis humanista, confía que siempre habrá un lugar para la escuela, pues por antonomasia es allí donde se forma el hombre. Hoy, esta postura se reactualiza como educación para el desarrollo integral. Sin embargo, esta alta aspiración requiere que las instituciones educativas cuenten con equipos interdisciplinarios de profesionales, altamente preparados en psicología del desarrollo, neurociencias, manejo de entornos virtuales, una infraestructura adecuada y soporte tecnológico, más allá del docente especialista. Como se sabe, la formación de los futuros profesores está alejada de estas condiciones y menos aún existe el respaldo económico del sector público y privado, quienes aún asumen que la educación presencial es una cuestión de “enseñar y aprender”.

Volviendo a nuestro filósofo, Michael Serres afirmaba que, a diferencia de otros tiempos, la postura corporal y la vestimenta permitían cierta anticipación a identificar oficios o profesiones. Hoy en día, en cambio, el uso del computador ha homogeneizado la acción humana: hombres y mujeres producen o dejan de producir inclinados ante un teclado (laptops, celulares, tablets, etc.), esto es, al volante, montando su cerebro en un procesador.


Escrito por

José William

Docente de filosofía, psicología y ciencias sociales.


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